lunes, 25 de mayo de 2009

Chupetitis (2ª parte)

Como ya os conté (véase la entrada de noviembre de 2008), hace unos meses me diagnosticaron una patología que, en su día, fue catalogada como Chupetitis aguda de evolución rápida. Pues bien, aquí me hallo: casi al final del proceso... casi curada. Tengo que decir que no ha sido fácil, no. El camino recorrido ha estado plagado de dificultades, aunque por fin empezamos a ver la luz al final del túnel (y digo "empezamos" porque ésta no es una cuestión sólo mía; esto es cosa de tres, y si no, preguntad a papá y a mamá).
Hasta hace un par de semanas, tenía... ¡¡¡12 chupetes!!!... vamos, que se dice pronto...

... sí, tenéis razón, son muchos, pero es que... los necesitaba...

Como mamá también pensaba que eran demasiados, un buen día decidió por unanimidad que los íbamos a poner en el tendedero para ver si los pajaritos se los querían llevar. Y es que me contó que, como los pajaritos no tienen dientes, necesitan llevar chupete y que como yo ya soy mayor y tengo un montón de dientes, no lo necesito. Bueno, me convenció a medias, porque... ¿a qué viene tanta prisa por regalar mis chupetes cuando hace muchos meses que tengo dientes?; además, yo nunca he visto a ningún pajarito por ahí, volando, con chupete... bueno, supongo que los utilizarán para dormir, como yo... El caso es que los pajaritos debían estar esperando este momento desde hace muuuucho pero que mucho tiempo porque vamos, fue ponerlos y, en lo que dura una siesta, desaparecer. ¡Ah! se me olvidaba, no pusimos todos, no, no me fuera a dar un pataflús de la conmoción; nos quedamos con 3, con mis preferidos: pepe rosa, pepe achul y pepe blanco.

Pues nada, ahí me quedé, solita, con mis tres chupes prefes; y es que, para dormir, necesito tres como mínimo: uno en la boca y luego, uno en cada mano. Sin embargo, para sorpresa de papá y de mamá, a los dos días de haber dado los pepes a los pajaritos, decidí deshacerme también de pepe rosa y pepe achul: los tiré a la basura, sí, sí; y es que, estando un día cenando, de repente me dio por decir que pepe achul estaba roto (en realidad no lo estaba, pero me dio por ahí). Papá me miró y me dijo: pues si está roto, tíralo a la basura. Dicho y hecho, a la basura (al plástico, ¿eh?, que yo reciclo). A la mañana siguiente, hice lo mismo con pepe rosa (éste sí que estaba roto) y hala, a la basura también.
Al final, sólo me queda pepe blanco, mi superfavorito, y de momento me conformo, aunque estos días me está costando más dormirme... eso sí, cuando lo consigo, no hay quien me despierte...

Habrá 3ª parte, pero un poco más adelante, porque primero tenemos otros retos que superar; el siguiente: dormir en cama y olvidarnos de la cuna. Ya os contaré...

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