Estaba yo un día tan tranquila en la guarde cuando de repente entró mamá en la clase, montó un teatrillo y nos contó un cuento... toma ya... ¡vaya sorpresa que me llevé!... y eso que el día antes la estuve ayudando a preparar las marionetas y el teatro y mamá se hartó de decirme que al día siguiente iba a ir al cole a contarnos un cuento; pero claro, del dicho al hecho... vamos, que me encantó... y eso que me puse supernerviosa y ni abrí la boca ni canté ni nada; que ¡pobre mamá! es que nadie decía nada, nadie gruñía como un león, ni chillaba como un mono, ni hacía los demás ruidos de los animales (y eso que nos los sabemos todos: el elefante, la serpiente, el tigre)... es que nos quedamos como paralizados; pero bueno, sólo al principio, porque luego ya nos fuimos animando y, tanto nos animamos que acabamos todos encima del teatro y de mamá (yo soy la de la coleta naranja), y entonces fue cuando la cosa empezó a degenerar (empezamos a robar las marionetas, a invadir el escenario,...) y mamá tuvo que acortar su cuento y decir rápidamente eso de...
y colorín, colorado... este cuento se ha acabado
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