martes, 16 de junio de 2009

en casa de Encarnita

El otro día fuimos a pasar el día a casa de mi bisabuela Encarnita. Siempre que voy allí, me lo paso fenomenal y es que la casa de mi bisa es el paraíso soñado por todos los niños de este mundo; hay tantas cosas, tantos adornitos, tantos cuadros, tantos muebles, que no te da tiempo a aburrirte, siempre hay algo que coger y que cambiar de sitio... bueno, y eso sin contar el piano de la tía Maicamen...

¡Vaya paciencia la de Encarnita! Yo no sé cuántas veces cambiamos los "patitos que brillan" de sitio:

Siempre necesito un pequeño descanso para recuperar fuerzas...

Maricarmen me regaló unos calcetines que me gustaron tanto, tanto, tanto, que me los puse nada más llegar a casa... y eso que son gordos de invierno...

Por cierto, me gustó tanto lo del piano que, pasados unos días, decidí que yo también podía tocar en casa, aunque no tenga uno. Todo es cuestión de imaginación, veréis: cogí la mesa musical que me regaló el abuelo Manolo cuando era pequeña, que tiene patas y un teclado, coloqué delante el taburete del baño y éste fue el resultado:

no está nada mal, ¿no?

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