domingo, 29 de agosto de 2010

Síndrome post-vacacional

La verdad es que la vuelta a casa nos ha sentado fatal. Y es que ya prometía la cosa cuando en el viaje de vuelta vomité toooooda la comida (imaginaos el numerito) y sufrí un dolor agudo de oído que obligó a papá y a mamá a buscar rápidamente por tierras alcarreñas una farmacia para acallar mis alaridos; sólo les costó cuatro paraditas de nada en sendos pueblos para dar con San Dalsy Bendito. Total: unas 9 horitas de viaje, ja... lo que os digo: ya prometía, ya...
A partir de ahí, más de lo mismo: que si vomito toda la leche del desayuno, que si me encuentro fatal, que si sube la fiebre, que si tengo el ojo a la funerala, tres visitas a urgencias, otra a mi pediatra,... Total, que era miércoles, llevábamos más de dos días en casa y todavía papá y mamá no habían podido hacer ni la compra (y esto es algo muy, pero que muy raro en ellos, porque vamos, es llegar de viaje y en un pispas, deshacer maletas, poner lavadoras y hacer la compra).
A pesar de todo, como suele suceder en estos casos, fue dar con lo que tenía (Celulitis periorbitaria por culpa de una sinusitis), poner tratamiento y en menos que canta un gallo, ser de nuevo yo misma...

* De las vomitonas y los estados febriles no hay foto... casi mejor, creedme...

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